A lo largo de estos últimos dos siglos, el papel del padre en la dinámica familiar ha variado desde “el padre distante” que sólo provee del sustento a la familia, “al padre implicado y cercano” que juega con sus hijos, cambia pañales, va al Pediatra y acompaña a la madre y colabora con ella en las tareas maternales, lo que ha influenciado la adecuada integración de la familia y el sano desarrollo social y emocional de los hijos.
Estudios basados en encuestas, realizados en los Estados Unidos y en España, destacaron, que mientras “Ser Madre” estaba determinado por condicionantes biológicas, “Ser Padre” era una construcción cultural influida por el modo de pensar de una sociedad en un momento determinado, por lo que, “cuidar de los hijos” será una tarea exclusiva de las madres, como su “trabajo sagrado” para el cual solo ellas están preparadas.
Esta concepción permaneció hasta mediados del siglo XX, cuando el movimiento feminista, cuestiona el hecho de que sólo la madre fuera la única responsable del cuidado de la familia. Más adelante, los cambios sociales que se fueron sucediendo, trajeron un aumento en el empleo de la mujer en una amplia gama de puestos de trabajo y en consecuencia, un nuevo ordenamiento en la repartición de las labores y las responsabilidades dentro del hogar.
En la actualidad, aunque existen pocos estudios centrados en la importancia que los padres le dan a la paternidad, se ha encontrado que los padres que viven con sus hijos, observaban un comportamiento social, familiar y laboral diferente a los que no tenían hijos o no vivían con ellos. Y en cuanto a los niveles de implicación, los más implicados eran los que vivían con sus hijos, en comparación con aquellos que no vivían con ellos por estar separados de sus madres, tras un divorcio.
En este sentido, la implicación del padre se ve muy afectada, no solo por la consecuencia en sí de la separación misma, sino porque impacta la calidad y la cantidad de las relaciones padres-hijos/hijas, esto es, produce un descenso en la cantidad de tiempo que los niños pasan con su padre, ya que regularmente es el cónyuge que tras el divorcio, no vive con ellos. Y en cuanto a la calidad, el tiempo compartido suele ser puramente recreativo, no está relacionado con el manejo de las reglas ni de la disciplina, ni de la ayuda en las tareas escolares, por sólo citar algunos ejemplos.
Ser un Padre implicado, presente y comprometido será entonces el gran reto del hombre de hoy. Dentro de la relación matrimonial o fuera de ella, tendrá que enfrentar un mundo competitivo que le demanda extendidas jornadas de trabajo y por otro lado, poner en marcha estrategias que lo puedan ayudar a compensar de manera efectiva el tiempo en el que está ausente.
Algunas sugerencias…
• Use la tecnología (celular, redes sociales, internet) para comunicarles mensajes de cariño y afecto a sus hijos durante el día.
• Cuando sea posible, comparte sus diversiones, interésate por sus cosas, sus gustos y pasatiempos.
• Corrígelos, pero también abrázalos, bésalos, préstales atención, diles palabras que los animen.
• Ofréceles tu apoyo material para sustentar sus necesidades, pero también, mantente cerca de ellos para que participes en las decisiones relativas a su crianza.
• No los maltrates ni los humilles. Recuerda que las críticas, el rechazo y el desprecio, sólo alejan a tus hijos de ti, creando un clima emocional frío, distante y tenso en la familia.
Lic. Ligia Valenzuela, M.A.
Psicóloga Clínica-Terapeuta Familiar
Diplomado en Violencia Intrafamiliar
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