¿A qué me quiero referir?
A
las únicas características que nos hacen diferentes: las biológicas, esto es, el
hecho de ser hombres o mujeres. Esta realidad, va a influir la forma cómo vemos
y nos enfrentamos a la vida y a los mismos problemas, no determina la capacidad
para enfrentarlos ni para identificarlos.
La Neuro-psiquiatra Louan Brizendine,
en su famoso libro El Cerebro Femenino (2007), afirma que más del 99% del
código genético de ambos sexos es el mismo, el ser hombre o mujer sólo produce una diferencia de menos de un 1%.
Esta pequeña diferencia porcentual es la responsable de que se activen ciertas estructuras
cerebrales y ciertas sustancias químicas llamadas hormonas sexuales, tanto en
el cerebro femenino como en el masculino, influyendo el comportamiento de uno y
de otro en cada etapa de su vida.
Estudios científicos
realizados con herramientas como las tomografías
(PET Scan) y las resonancias (MRI), evidencian estas diferencias.
Como resultado,
se ha podido documentar, que los cerebros de hombres y mujeres, reaccionan de
forma diferente ante el estrés y el conflicto, y utilizan distintas áreas y
circuitos cerebrales para realizar y cumplir tareas similares, resolver los
mismos problemas, y para procesar y almacenar experiencias sensoriales y
emocionales (Brizendine, L., 2007).
Por esta razón las mujeres
expresan mejor las emociones y recuerdan con más detalles acontecimientos
emocionales, como por ejemplo, detalles de situaciones ocurridas en sus
relaciones de pareja. Mientras que los varones apenas recuerdan que esos hechos
hayan sucedido; sus pensamientos suelen girar más alrededor de lo sexual y
tienen una mayor disposición a dar respuestas agresivas ante el miedo o ante el
conflicto.
Unido a estas realidades,
se encuentra la influencia de las hormonas sexuales, cuya presencia en el
cerebro femenino se activan en la niñez y entran en plena función en la
pubertad, disminuyendo dramáticamente en la menopausia. Estas sustancias (los
estrógenos y la progesterona), actúan estimulando nuevas formas de pensamientos,
emociones e intereses, es decir, hace más agudo el pensamiento crítico, la capacidad
de respuesta emocional y su inclinación a compartir socialmente.
En el cerebro masculino,
la presencia de estas hormonas, específicamente de la testosterona, a partir de
la adolescencia produce en el varón un
visible desinterés por el trato social, excepto cuando se trate de realizar
deportes o de un seguimiento sexual, evita todo trato íntimo y cercano con sus
iguales y hasta con los miembros de su sistema familiar, así como las largas
conversaciones (Brizendine, L., 2007).
Estas variaciones en los
cerebros femeninos y masculinos, constituyen el fundamento de muchas diferencias
cotidianas en las experiencias vitales de hombres y mujeres. Van a representar
el fundamento de nuestras personalidades y de nuestras tendencias de
comportamiento. Sin embargo, esta realidad biológica puede ser modificada con
el uso de nuestras capacidades intelectuales, nuestra inteligencia emocional y de nuestra determinación para alterar o
cambiar los efectos tanto de las hormonas sexuales como de las estructuras
cerebrales en nuestra realidad y en nuestro destino.
Varones y mujeres tienen
el mismo nivel promedio de inteligencia, cada uno con sus destrezas y
aptitudes, con sus talentos y habilidades configurados por una realidad
hormonal y cerebral que nos convierten a las mujeres, en mujeres y a los
hombres, en hombres.
#LigiaCambio #BienestarFamiliar #Reinvéntate
Lic. Ligia Valenzuela, M.A.
Psicóloga Clínica-Terapeuta Familiar
Diplomado en Violencia Intrafamiliar#LigiaCambio #BienestarFamiliar #Reinvéntate
Varones y mujeres tienen el mismo nivel promedio de inteligencia, cada uno con sus destrezas y aptitudes, con sus talentos y habilidades configurados por una realidad hormonal y cerebral que nos convierten a las mujeres, en mujeres y a los hombres, en hombres.
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